Carrie, de Stephen King: el terror de la sangre cumple cincienta años

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Por Raúl Vallejo

La sangre menstrual inunda el primer encuentro con Carietta White, la muchacha acosada por sus compañeras de colegio, de quien lee las primeras páginas de la novela. La lluvia de tampones que cae sobre el cuerpo desnudo de Carrie, cuya madre, Margaret White, es una fanática religiosa que considera que el sexo es pecado, se combina con la humillación, el llanto y la sangre que chorrea por sus piernas. La sangre menstrual de aquella escena en las duchas del colegio es premonitoria de la sangre de cerdo que bañará a Carrie durante su coronación, junto a Tommy Ross, en el baile de promoción. La sangre que desatará el reguero de sangre en el tranquilo pueblo de Chamberlain, la noche del 27 al 28 de mayo de 1979. Carrie, la primera novela de Stephen King, ha cumplido cincuenta años desde su aparición el 5 de abril de 1974, y continúa conmocionando a sus lectores por la caracterización de su protagonista, su tratamiento de la marginalidad y la multiplicidad de voces narrativas que cuentan, como en un acto de expiación colectiva, el horror bañado en sangre. Carrie tiene poderes telequinéticos y la relación con su madre está marcada por la violencia materna y el rencor. Carrie quiere liberarse del mundo opresivo en el que la madre la tiene prisionera y busca integrarse, a pesar de las burlas, al mundo de sus compañeros de colegio; pero ella es rara, es la extraña, es el objeto de las burlas y el acoso. El ejercicio poético que su profesor de Literatura conserva es un testimonio de su desesperación: «Cristo mira desde el muro / con su rostro impenetrable / y si me ama en su bondad / como ella me asegura, / ¿por qué estoy tan sola?». Carrie es una chica sencilla y siente, aunque con la sospecha de que todo sea una burla más, que la felicidad la ha tocado cuando acude con Tommy Ross al baile de promoción. Pero Carrie es también un símbolo de la pobreza y la ignorancia de esa clase media norteamericana que vive anodinamente, aunque, en su caso, el fanatismo religioso es enfermizo y muy singular de Margaret White, la madre con quien Carrie saldará cuentas: «Vine a matarte, mamá. Y tú estaban aquí esperándome para matarme a mí, mamá, yo… no está bien, mamá. No está…». Carrie es un personaje marginal de quien todos se burlan hasta que, finalmente, ella estalla y su venganza causa 440 víctimas y la destrucción de Chamberlain: «La impresión general hace pensar en un pueblo que espera la muerte». Su encuentro final con Susan es dramático y estremece por el dolor que encierra más allá del terror: «Y Carrie, con un lejano y mudo reproche: (se burlaron de mí todos se burlaron de mí) […] Sangre. Tristeza. Temor. La última de las bromas de una larga serie […] (mira las sucias bromas mira toda mi vida una larga sucia broma)». La historia de la novela se cuenta desde diversas voces narrativas: noticias de periódicos, el informe de la Comisión White con las entrevistas a testigos, textos de libros y artículos académicos que investigan los sucesos trágicos de Chamberlain y buscan una interpretación científica de la conducta y los poderes de Carrie, el libro testimonial que escribe Susan Snell, la compañera compasiva y arrepentida del matrato al que, con sus compañeras, sometían a Carrie. Esa multiplicidad de voces, sumada a las frases-monólogos interiores que irrumpen como contrapunto en cada suceso climático, hacen de la novela una narración cuya intriga y problemática está enriquecida con los matices que generan los diversos puntos de vista y el sentido social del terror. Como dice Margaret Atwood en la introducción a la edición por el cincuentario de Carrie, que fue lanzada a finales del mes pasado: «Pero debajo del “terror”, en King, siempre está el verdadero horror: la pobreza, la negligencia, el hambre y el abuso que existen en América hoy». La sangre encima de Carrie, la sangre que se mezcla con la sangre de un Cristo esperpéntico, el cuerpo de una mujer, empapado de sangre, convertido en el portador de un instrumento mortal. Y, al final, la nueva semilla del terror que, en las novelas de King, nunca termina en la última página del libro porque todo terror tiene su continuidad en nuestros propios miedos.

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