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La representación simbólica del holocausto, figuras que vagan sin cabezas y representan el sin sentido de la mentira, los prejuicios, las calumnias, etc., en los pasillos de la muerte en donde solo la luz y los muros que acompañan vienen hacia el espectador reclamando la justicia social que la historia les debe. Así advierte el preámbulo de curadoría de la muestra pictórica del artista cuencano Hernán Illescas, Apología de la Barbarie, inaugurada recientemente y que se exhibe hasta mediados de mayo en el Centro Cultural Metropolitano del Centro Histórico de Quito.
En técnica de óleo sobre lienzo, y acrílico, Illescas muestra un trabajo que data de diez años a la fecha con cuadros de diverso formato, desde un gran mural hasta pinturas de tamaño medio. El espectador se ve cautivado por la perspectiva de una estética que enseña cuerpos sin rostro, muñecos de ghettos y centenares de zapatos, maletas e indumentarias que están en lugar y memoria, simbolizando las víctimas de los campos de concentración nazis. Allí donde se perpetró el exterminio masivo de millones de mártires del holocausto, queda conmovedoramente expresado el drama en la frase de Theodor Adorno: “después de Auschwitz escribir poesía es un acto de barbarie”, en una época de horrores incomprensibles, con un tipo de arte que debe hacerse para no caer en un hecho de crueldad; es ahí donde Illescas asume el potencial crítico de su trabajo denunciador de una historia que no se debe perder en el olvido.
¿Por qué asistir tan distante en la memoria para denunciar la violencia, en un país que vive su propia tragedia de sociedad militarizada? Illescas responde: “Esa es parte de la estrategia de la curaduría; el ser humano es demasiado doloroso en carne y gestos, pero están los elementos que dicen mucho más, eso es lo que el arte puede hacer”.
Artísticamente, Illescas reconoce haber estado siempre ligado al tema de la memoria durante cuarenta años de trayectoria, apegado a testimonios fílmicos y lecturas, ha pintado inspirado en temas de la Segunda Guerra Mundial. La muestra de Illescas tiene años de ser realizada, sin estar completamente expuesta como advierte la curaduría, ahora se expone en una agudización del elemento ya sensible para dotarlo de toda actualidad y transformar el objeto retratado o indumentaria, en un elemento crítico con una carga de potencial cuestionador, transfigurándolo para que pase de ser una forma inerte propia de lo utilitario, a enarbolarse como símbolo intransigente de lo que no queremos que se vuelva a repetir jamás.