- Clickultura
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No sabía por qué me habían cuidado de manera especial. Nunca se permitió que sobre mi rostro cayera rayo de sol o de luna, nunca se me permitió entrar al mar, o bañarme con la lluvia. Nunca pude ver mi rostro en un espejo. Desde niña recibí en mi habitación doctores y científicos. Me miraban detenidamente, anotaban en sus cuadernos y se iban; luego me di cuenta de que no era a mí a quien miraban, sólo mi rostro era el objeto de su estudio. Un día vinieron, me recostaron y con un escalpelo arrancaron un pedazo de mi cara. Luego de una semana se repitió la operación. El dolor fue terrible. Una noche, cuando pensaban que dormía, logré salir y busqué un espejo. Cuando lo encontré me vi en él: mi
cara era un tapiz de grafías; en pequeños espacios estaban grabadas letras de extraño lenguaje. Era el idioma sagrado, el que había buscado mi pueblo por siempre. Todos querrían saber el contenido, mas serían mis torturadores, los poderosos, quienes finalmente lo conocerían arrancándome la cara, letra a letra. Rompí el espejo. Con un trozo de él borraría la impronta secreta.