El Campeón de tiro (poema para Edwin Vasquez) por Diego Otero

Amamos los poemas con balaceras

pero odiamos las balaceras,

dijo el tipo que fumaba cigarros con pitillo en la aparente calma

de una terraza soleada.

Ahora es de noche, sin embargo,

y la neblina desfigura el paisaje de edificios

y estira las luces de la larga línea

de postes.

La escena del crimen luce tan desoladora

que no hay asesino ni víctima ni móvil–

Pero si miras bien,

me vas a ver parado justo en el centro de esa intersección,

con los ojos abiertos…

–La puta madre:

esto no es en modo alguno

lo que quería decir.

Alguien sabe, pregunto,

por qué se nos han hecho imprescindibles

esos trucos de respiración y de postura

para siquiera soñar con pegarle al plato que atraviesa la oscuridad de nuestra habitación

y silba

y nos despierta de golpe.

El campeón de tiro, en todo caso, sueña que flota sobre el barrio

a media altura,

y reconoce con alivio que ese cuerpo marcado en tiza sobre

la pista

no es el suyo.

Pero no solo eso.

Reconoce tus ojos. (Sí, tus ojos).

Y sabe que si miras hacia arriba

por un instante

vas a ver las luces rojas y azules de los

patrulleros reflejándose en su piel.

Y sabe que te parecerá una imagen

gratuita y bella.

O monstruosa.

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