TRUMAN CAPOTE, PARA LEER UNA VEZ PARA SIEMPRE

Por Leonardo Parrini

Que la infancia condiciona la existencia de un adulto no es un misterio. Lo misterioso por descubrir es cómo ciertas circunstancias moldean una vida. La historia de Truman Capote, de quien se cumplieron 40 años de su muerte este 25 de agosto, es un fehaciente ejemplo del escritor que se hace desde las tribulaciones que le tocó vivir.

Lo leí en mi adolescencia por sugerencia de mi padre, al cerrar el libro que había puesto en mis manos, Otras voces, otros ámbitos, tuve la sensación de que la sugerencia de la lectura era más que eso, una advertencia. En el texto publicado en una edición argentina, narra la historia de un hijo que busca a su padre, de un joven que busca su identidad, una novela que probablemente sea uno de los más bellos y profundos relatos de iniciación del siglo XX.

Luego me enteré que la novela de Capote pudo ser la visión autobiográfica de una infancia desgraciada, sin amor ni esbozos de cariño, que le permitiría al autor echar las bases de la mejor literatura estadounidense escrita en tono desolador que, al mismo tiempo, sembraba la semilla de un nuevo periodismo, irreverente y deslumbrante, sin contemplaciones con la realidad.

Como bien señalaría la crítica, años después supe que Capote no buscaba lectores, sino cómplices. Una complicidad que le ayudara a asimilar una idea: Cuando en la infancia se es víctima del desamor, todo lo que queda a mano es la desgracia. A merced de un total abandono emocional, nunca sentí que perteneciera a ningún lugar, reconocería Capote.

Sus biógrafos lo describen como un chico raro, una especie de genio que empezó a escribir para aliviar su aislamiento, para salir de una infancia solitaria y acaso si perdida. Eso fue lo que me pareció descubrir en Otras voces, otros ámbitos, novela en la que el autor habla en forma abierta de la homosexualidad y revela sus atormentadas vivencias de adolescente con un recurso literario novedoso: la non ficcion, una mezcla de realidad periodística y ficción literaria. Para mí fue todo un descubrimiento. El niño infeliz era recibido por la sociedad como un escritor convertido en niño mimado, travieso, obstinado, escandaloso, acaso algo peligroso, obsesionado por revelar la verdad de una realidad que no pudo contar completa, porque nunca pudo narrar todo lo que vio, que fue mucho.

Atrapado en el mundo del alcohol y las drogas, como escritor fue fruto de una infancia infeliz y producto del drama de la adicción. Su respuesta creativa fue implacable y dejó libros escritos con la malicia y crueldad de quien busca ajustar cuentas con la vida. Y en la vida real, Truman Capote alguna vez tuvo en sus brazos a Marilyn Monroe al bailar con ella, quiso seducir a Montgomery Clift y tuvo relaciones literarias con Tennessee Williams. Fue el autor de los intensos años  sesenta y setenta que escandalizó al mundo con sus provocaciones como amante del escritor Jack Dunphy, su pareja de siempre. En esta fecha el escritor singular que fue Truman Capote ha vuelto a mi memoria como ejemplo de una vida vivida tan intensamente como fue escrita. Y de una muerte que se compadece con la existencia de un hombre atribulado, que vivió el suicidio de su madre y el abandono del padre, el esquivo desamor, el inicial rechazo literario, luego la fama y nuevamente el desprecio, hasta su muerte epílogo de una vida vivida a sangre fría y escrita con talento sinigual. Un autor para releer por última vez para siempre.

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